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Febrero17

Génesis 48, Job 15, Lucas 4, 1 Corintios 4

AudioCCF Bogotá
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"Génesis 48

Jacob bendice a Efraín y a Manasés

Después de estos acontecimientos, se dio aviso a José de que su padre estaba enfermo. Entonces él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín. 2 Y cuando se le hizo saber a Jacob que su hijo José venía a visitarlo, Israel hizo un esfuerzo y se sentó sobre la cama. 3 Y le dijo a José:

«El Dios Omnipotente se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo 4 con estas palabras: “Yo haré que te reproduzcas y te multipliques. Yo haré de ti un conjunto de naciones, y esta tierra se la daré como su herencia perpetua a tu futura descendencia.” 5 En cuanto a tus dos hijos, Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto antes de que yo viniera a ti a la tierra de Egipto, son míos; son como mis hijos Rubén y Simeón. 6 Los que engendres después de ellos serán tuyos, pero se les conocerá en sus herencias por el nombre de sus hermanos. 7 Cuando yo venía de Padán, en el camino se me murió Raquel en la tierra de Canaán, como a media legua de distancia en dirección a Efrata; y allí, en el camino de Efrata, que es Belén, la sepulté.»

8 En ese momento vio Israel a los hijos de José, y dijo:

«Y éstos, ¿quiénes son?»

9 Y José le respondió a su padre:

«Son los hijos que Dios me ha dado aquí.»

Entonces Israel le dijo:

«Por favor, acércalos a mí, para que los bendiga.»

10 Tan pesados tenía Israel los ojos por la vejez, que ya no podía ver. Así que Israel los hizo acercarse a él, y entonces los besó y los abrazó. 11 Y le dijo a José:

«Ya no esperaba volver a verte, y sin embargo Dios me ha permitido ver también a tu descendencia.»

12 José sacó a sus hijos de entre sus rodillas, y se inclinó hasta el suelo; 13 luego tomó a los dos y los acercó a su padre. Puso a Efraín a su derecha, que era la izquierda de Israel, y a Manasés a su izquierda, que era la derecha de Israel. 14 Entonces Israel extendió su mano derecha y, aunque Manasés era el primogénito, la puso adrede sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés. 15 Bendijo entonces a José con estas palabras:

«Que el Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abrahán e Isaac, el Dios que me ha guiado toda mi vida y hasta el día de hoy, 16 el Ángel que me libra de todo mal, bendiga a estos jóvenes. Que mi nombre sea recordado por medio de ellos, junto con el nombre de mis padres Abrahán e Isaac. Y que se multipliquen grandemente en medio de la tierra.»

17 Al ver José que su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, se disgustó y bruscamente tomó la mano de su padre para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés, 18 mientras le decía a su padre:

«¡Así no, padre mío! ¡Éste es el primogénito! ¡Pon tu mano derecha sobre su cabeza!»

19 Pero su padre no quiso hacerlo así, sino que dijo:

«Ya lo sé, hijo mío; ya lo sé. También él llegará a ser un pueblo, y también será engrandecido. Sin embargo, su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará una multitud de naciones.»

20 Ese día Israel los bendijo con estas palabras:

«Cuando Israel bendiga, dirá en tu nombre: “Que Dios haga contigo como hizo con Efraín y Manasés.”»

Y puso a Efraín antes de Manasés. 21 Luego, Israel le dijo a José:

«Como puedes ver, me estoy muriendo. Pero Dios estará con ustedes, y los hará volver a la tierra de sus antepasados. 22 A ti te he dado una porción mayor que a tus hermanos, porción que con mi espada y con mi arco les arrebaté a los amorreos.»

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Job 15

Segunda reprensión de Elifaz a Job

Esta es la respuesta de Elifaz el temanita:

2 «¿Responde el sabio con palabras huecas?
¿O exhala de su vientre aire caliente?
3 ¿Acaso disputa con palabras sin sustento,
o con discursos sin sentido?
4 En cambio, tú reniegas del temor de Dios;
tienes en poco la devoción en su presencia.
5 Pero tu misma maldad te condena al hablar,
pues hablas como cualquier hombre astuto.
6 Tus propias palabras te condenan, no las mías;
¡son tus labios los que hablan contra ti!

7 »¿Acaso naciste antes que Adán?
¿Fuiste formado antes que las montañas?
8 ¿Participas en el concilio de Dios?
¿Eres acaso el único sabio?
9 ¿Qué sabes tú, que nosotros no sepamos?
¿Qué entiendes tú, que nosotros ignoremos?
10 ¡Entre nosotros hay gente de gran experiencia,
con más canas y años de vida que tu padre!
11 ¿Tan poco te parece que Dios mismo te consuele,
y que te hablemos con palabras llenas de ternura?
12 ¿Por qué permites que el enojo te domine,
y te haga echar chispas por los ojos?
13 ¿Por qué te vuelves furioso contra Dios,
y no les pones freno a tus labios?
14 ¿Qué vale el hombre, nacido de mujer,
para creerse limpio y alegar ser inocente?
15 Si Dios ni en sus ángeles confía,
y a sus ojos ni los cielos están limpios,
16 ¡mucho menos confía en un ser vil y repugnante,
que apaga su sed cometiendo maldad!

17 »Ponme atención, que te voy a contar
las cosas que me ha tocado ver;
18 cosas del pasado que los sabios nos enseñan,
que aprendieron de sus padres y no las esconden.
19 A ellos solos Dios les dio la tierra,
sin la intervención de ningún extraño.
20 El violento vive lleno de tormentos y dolor,
sin que sepa ese malvado cuánto tiempo vivirá.
21 En sus oídos resuenan ruidos espantosos;
cuando goza de paz, viene el ladrón y lo asalta.
22 Sin esperanza, se hunde en las tinieblas,
y sólo espera el puñal que le quitará la vida.
23 Hambriento vaga, preguntando dónde hay pan,
sabiendo que la muerte muy pronto llegará.
24 Vive abrumado y en angustia constante,
como un rey al que están por atacar.
25 Esto le sucede por rebelarse contra Dios,
por desafiar osadamente al Todopoderoso.
26 Se lanzó contra Dios en abierto desafío,
con la sola protección de un pesado escudo.
27 Su cara es una bola de grasa;
su cintura está sobrada de carnes;
28 habita en ciudades desoladas,
en casas que nadie puede habitar
porque han quedado en ruinas.
29 Sus riquezas pronto se acabarán,
y no podrá extender sus posesiones.
30 Nada lo librará de caer en la tumba;
Será como rama consumida por el fuego,
¡como flores arrancadas por el viento!

31 »¡Que no confíe ingenuamente en el engaño,
porque acabará siendo engañado.
32 La muerte le llegará antes de tiempo,
mucho antes de llegar a tener descendientes.
33 Será como una viña sin racimos de uvas,
¡como un olivo que no llega a florecer!
34 Los malvados desaparecerán de la tierra;
la casa del que soborna será pasto de las llamas,
35 pues concibe hacer el mal y da a luz iniquidad;
¡en sus entrañas se gesta el engaño!»

Lucas 4

Tentación de Jesús

4 Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo, y fue llevado por el Espíritu al desierto. 2 Allí estuvo cuarenta días, y el diablo lo estuvo poniendo a prueba. Como durante esos días no comió nada, pasado ese tiempo tuvo hambre. 3 Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que esta piedra se convierta en pan.» 4 Jesús le respondió: «Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre.”» 5 Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto, y en un instante le mostró todos los reinos del mundo, 6 y le dijo: «Yo te daré poder sobre todos estos reinos y sobre sus riquezas, porque a mí han sido entregados, y yo puedo dárselos a quien yo quiera. 7 Si te arrodillas delante de mí, todos serán tuyos.» 8 Jesús le respondió: «Escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.”» 9 Entonces el diablo lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre la parte más alta del templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, lánzate hacia abajo. 10 Porque está escrito:

»“A sus ángeles mandará alrededor de ti, para que te protejan”;

11 y también:

“En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con piedra alguna.”»

12 Jesús le respondió: «También está dicho: “No tentarás al Señor tu Dios.”» 13 Cuando el diablo agotó sus intentos de ponerlo a prueba, se apartó de él por algún tiempo.

Jesús principia su ministerio
14 Con el poder del Espíritu, Jesús volvió a Galilea; y su fama se difundió por todos los lugares vecinos. 15 Enseñaba en las sinagogas de ellos, y todos lo glorificaban.

Jesús en Nazaret

16 Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y en el día de reposo entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se levantó a leer las Escrituras. 17 Se le dio el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el texto que dice:

18 «El Espíritu del Señor está sobre mí.
Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres;
me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos,
a dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos
19 y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor.»

20 Enrolló luego el libro, se lo dio al asistente, y se sentó. Todos en la sinagoga lo miraban fijamente. 21 Entonces él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes.» 22 Todos hablaban bien de él y se quedaban asombrados de las palabras de gracia que emanaban de sus labios, y se preguntaban: «¿Acaso no es éste el hijo de José?» 23 Jesús les dijo: «Sin duda ustedes me recordarán el refrán que dice: “Médico, cúrate a ti mismo”, y también “Haz aquí en tu tierra todo lo que hemos oído que hiciste en Cafarnaún.”» 24 Y añadió: «De cierto les digo que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. 25 A decir verdad, en los días de Elías, cuando durante tres años y medio el cielo se cerró y hubo mucha hambre en toda la tierra, había muchas viudas en Israel; 26 pero Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y en los días del profeta Eliseo había también muchos leprosos en Israel, pero ninguno de ellos fue limpiado sino Namán el sirio.» 28 Al oír esto, todos en la sinagoga se enojaron mucho. 29 Se levantaron, lo echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el que estaba edificada la ciudad, para despeñarlo. 30 Pero él pasó por en medio de ellos, y se fue.

Un hombre que tenía un espíritu impuro

31 Jesús fue a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y allí enseñaba a la gente en los días de reposo. 32 Y la gente se admiraba de sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad. 33 Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio impuro, el cual gritó con gran fuerza: 34 «¿Qué tienes contra nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios!» 35 Pero Jesús lo reprendió y le dijo: «¡Cállate, y sal de ese hombre!» Entonces el demonio derribó al hombre en medio de ellos, y salió de él sin hacerle ningún daño. 36 Todos estaban asustados, y se preguntaban unos a otros: «¿Qué clase de palabra es ésta? ¡Con autoridad y poder da órdenes a los espíritus impuros, y éstos salen!» 37 Y su fama se iba extendiendo por todos los lugares vecinos.

Jesús sana a la suegra de Pedro

38 Jesús salió de la sinagoga y se dirigió a la casa de Simón. La suegra de Simón tenía una fiebre muy alta, así que le rogaron a Jesús por ella. 39 Él se inclinó hacia ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre se le quitó. Al instante, ella se levantó y comenzó a atenderlos.

Muchos sanados al caer la tarde

40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades se los llevaban, y él ponía sus manos sobre cada uno de ellos y los sanaba. 41 También de muchos salían demonios, los cuales gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero Jesús los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.

Jesús predica en Galilea

42 Al llegar el día, Jesús salió y se fue a un lugar apartado. La gente lo buscaba, y cuando lo encontraron intentaron retenerlo para que no se alejara de ellos; 43 pero él les dijo: «También es necesario que yo anuncie en otras ciudades las buenas noticias del reino de Dios, porque para esto he sido enviado.» 44 Y siguió predicando en las sinagogas de esa región.


1 Corintios 4

El ministerio de los apóstoles

4 Todos deben considerarnos servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 2 Ahora bien, de los administradores se espera que demuestren ser dignos de confianza. 3 Por mi parte, no me preocupa mucho ser juzgado por ustedes o por algún tribunal humano; es más, ni siquiera yo mismo me juzgo. 4 Y aunque mi conciencia no me acusa de nada, no por eso quedo justificado; quien me juzga es el Señor. 5 Así que no juzguen ustedes nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a la luz lo que esté escondido y pondrá al descubierto las intenciones de los corazones. Entonces Dios le dará a cada uno la alabanza que merezca.

6 Pero esto, hermanos, lo digo para su propio bien, y pongo como ejemplo a Apolos y a mí, para que de nuestro ejemplo aprendan a no pensar más allá de lo que está escrito, no sea que se envanezcan por favorecer a uno en perjuicio del otro. 7 Porque ¿quién te hace superior? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no te lo hubieran dado?

8 Ustedes ya están satisfechos. Ya son ricos, y aun sin nosotros reinan. ¡Pues cómo quisiera yo que reinaran, para que también nosotros reináramos juntamente con ustedes! 9 Lo que creo es que Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como si fuéramos lo último, ¡como si estuviéramos sentenciados a muerte! Hemos llegado a ser el hazmerreír del mundo, de los ángeles y de los hombres. 10 Por amor a Cristo, nosotros somos los insensatos, y ustedes los prudentes en Cristo; nosotros somos los débiles, y ustedes los fuertes; ustedes son respetados, y a nosotros se nos desprecia. 11 Hasta el momento pasamos hambre, tenemos sed, andamos desnudos, nos abofetean, y no tenemos dónde vivir. 12 Trabajamos hasta el cansancio con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; nos persiguen, y soportamos la persecución; 13 nos difaman, y no nos ofendemos. Hemos llegado a ser como la escoria del mundo, como el desecho de todos.

14 No escribo esto para avergonzarlos, sino para amonestarlos como a mis hijos amados. 15 Porque aunque ustedes tengan diez mil instructores en Cristo, no tienen muchos padres, pues en Cristo Jesús yo los engendré por medio del evangelio. 16 Por tanto, les ruego que me imiten. 17 Por eso les he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual les recordará mi modo de ser en Cristo, tal y como enseño en todas partes y en todas las iglesias. 18 Pero algunos se creen muy importantes, y creen que yo nunca iré a visitarlos. 19 Pero, si el Señor así lo quiere, pronto iré a verlos, y entonces sabré cuánto pueden hacer esos engreídos, y no cuánto pueden hablar. 20 Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder. 21 ¿Qué prefieren ustedes? ¿Que los visite con una vara, o con amor y con un espíritu apacible?

La Biblia en un año ©2024 

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