La Biblia en un año
Febrero22
Éxodo 3, Job 20, Lucas 9, 1 Corintios 9
Éxodo 3
Llamamiento de Moisés
Moisés cuidaba las ovejas de Jetro, su suegro, que era sacerdote de Madián, y un día llevó las ovejas a través del desierto y llegó hasta Horeb, el monte de Dios. 2 Allí, el ángel del Señor se le apareció en medio de una zarza envuelta en fuego. Moisés miró, y vio que la zarza ardía en el fuego, pero no se consumía. 3 Entonces dijo: «Voy a ir y ver esta grande visión, por qué es que la zarza no se quema.»
4 El Señor vio que Moisés iba a ver la zarza, así que desde la zarza lo llamó y le dijo:
«¡Moisés, Moisés!»
Y él respondió:
«Aquí estoy.»
5 El Señor le dijo:
«No te acerques. Quítate el calzado de tus pies, porque el lugar donde ahora estás es tierra santa.»
6 Y también dijo:
«Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.»
Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. 7 Luego el Señor dijo:
«He visto muy bien la aflicción de mi pueblo que está en Egipto. He oído su clamor por causa de sus explotadores. He sabido de sus angustias, 8 y he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de esa tierra, hacia una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, donde habitan los cananeos, los hititas, los amorreos, los ferezeos, los jivitas y los jebuseos. 9 El clamor de los hijos de Israel ha llegado a mi presencia, y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen. 10 Por lo tanto, ven ahora, que voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel.»
11 Pero Moisés le respondió a Dios:
«¿Y quién soy yo para ir ante el faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?»
12 Y Dios le respondió:
«Ve, pues yo estaré contigo. Y esto te servirá de señal, de que yo te he enviado: Cuando tú hayas sacado de Egipto al pueblo, ustedes servirán a Dios sobre este monte.»
13 Moisés le dijo a Dios:
«Pero resulta que, si yo voy y les digo a los hijos de Israel: “El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes”, qué voy a responderles si me preguntan: “¿Y cuál es su nombre?”»
14 Dios le respondió a Moisés:
«YO SOY EL QUE SOY.»
Y añadió:
«A los hijos de Israel tú les dirás: “YO SOY me ha enviado a ustedes.”»
15 También le dijo Dios a Moisés:
«A los hijos de Israel les dirás: “El Señor me ha enviado a ustedes.[a] Él es el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.” Éste es mi nombre eterno. Con este nombre se me recordará por todos los siglos. 16 Así que ve y reúne a los ancianos de Israel, y diles: “El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: ‘En verdad he venido a visitarlos. He visto cómo los tratan en Egipto, 17 y me he propuesto sacarlos de la aflicción de Egipto y llevarlos a la tierra de los cananeos, los hititas, los amorreos, los ferezeos, los jivitas y los jebuseos, que es una tierra que fluye leche y miel.’” 18 Ellos oirán tu voz, y entonces tú y los ancianos de Israel irán a hablar con el rey de Egipto y le dirán: “El Señor, el Dios de los hebreos, nos ha encontrado. Por eso, ahora vamos a ir camino de tres días por el desierto, para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios.” 19 Yo sé que el rey de Egipto no los dejará ir, sino a la fuerza. 20 Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todas las maravillas que allí haré. Y entonces él los dejará ir. 21 Y yo haré que los egipcios vean a este pueblo con ojos bondadosos, para que cuando ustedes salgan no se vayan con las manos vacías. 22 Al contrario, cada mujer le pedirá a su vecina y a quien viva con ella alhajas de plata y de oro, y vestidos, con los cuales vestirán ustedes a sus hijos y a sus hijas. Así despojarán a los egipcios.»
Job 20
Segunda reprensión de Sofar a Job
Entonces Sofar el naamatita le dijo:
2 «Creo que estoy obligado a responderte.
No me puedo quedar callado.
3 Te he escuchado censurar mis reprensiones,
y mi inteligencia me obliga a responderte.
4 ¿Acaso no sabes que esto siempre ha sido así,
desde que hubo el primer hombre en la tierra?
5 La alegría del malvado no dura mucho.
El gozo del impío es sólo momentáneo.
6 Aunque su orgullo lo eleve hasta el cielo,
y crea alcanzar las nubes levantando la cabeza,
7 será, como basura, destruido para siempre,
y quienes lo hayan visto no volverán a verlo.
8 Se disipará, se esfumará como un sueño,
como una visión nocturna que nadie vuelve a tener.
9 Quienes lo conocieron, nunca más vuelven a verlo,
y en su pueblo natal nadie lo podrá reconocer.
10 Sus hijos pedirán la compasión de los pobres,
y devolverán lo que su padre haya robado.
11 Aunque ahora sea un hombre lleno de vigor,
en la tumba quedará convertido en polvo.
12 Solía deleitarse con la miel de su maldad,
que su lengua paladeaba con deleite;
13 si su maldad le parecía bien, no la dejaba,
sino que la saboreaba con fruición.
14 ¡Pero luego de comerla, le cambiará el sabor!
¡Será en sus entrañas como veneno de víboras!
15 ¡Se hartó de riquezas, y tendrá que devolverlas!
¡Dios hará que las arroje de su vientre!
16 ¡Absorberá el veneno mortal de áspides!
¡Una serpiente venenosa lo morderá,
17 y no volverá a ver los ríos ni los arroyos,
ni los torrentes de leche y miel!
18 »No disfrutará de sus riquezas injustas,
sino que todas ellas tendrá que devolverlas,
19 porque a los pobres los dejó en el desamparo,
y se adueñó de casas que él nunca construyó.
20 Por eso, nunca podrá vivir tranquilo,
pues en su ambición nada dejaba escapar.
21 Nunca nada se libró de su voracidad;
por eso su prosperidad no será duradera.
22 Su extremada abundancia le causará dolor,
y todo el poder del mal recaerá sobre él.
23 Cuando se siente a la mesa, dispuesto a comer,
Dios descargará todo el ardor de su ira
sobre él y sobre todo lo que coma.
24 Aunque huya de las armas de hierro,
caerá víctima de un arco de bronce:
25 una flecha le atravesará el cuerpo,
la punta de acero le perforará el hígado,
y le sobrevendrán terribles temores.
26 Una terrible oscuridad le está reservada;
un fuego no atizado lo consumirá,
y acabará con lo que aún quede de su casa.
27 Los cielos dejarán ver sus injusticias,
y la tierra se levantará para acusarlo.
28 El día que Dios tiene señalado para su ira,
sus hijos serán llevados al destierro y esparcidos.
29 Así castiga Dios a la gente malvada;
ésa es la herencia que Dios les ha asignado.»
Lucas 9
Misión de los doce discípulos
Jesús reunió a sus doce discípulos y, después de darles poder y autoridad para expulsar a todos los demonios, y para sanar enfermedades, 2 los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. 3 Les dijo: «No lleven nada para el camino. Ni bastón, ni mochila, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas. 4 En cualquier casa donde entren, quédense allí hasta que salgan. 5 Si en alguna ciudad no los reciben bien, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies, como un testimonio contra ellos.» 6 Los discípulos salieron y fueron por todas las aldeas, y por todas partes anunciaban las buenas noticias y sanaban enfermos.
Muerte de Juan el Bautista
7 Herodes el tetrarca se enteró de todo lo que hacía Jesús, y estaba perplejo, pues algunos decían que Juan había resucitado de los muertos; 8 otros decían que Elías se había aparecido; y aún otros, que alguno de los antiguos profetas había resucitado. 9 Pero Herodes dijo: «¡Yo mandé decapitar a Juan! Entonces, ¿quién es éste, de quien oigo decir tales cosas?» Y trataba de verlo.
Alimentación de los cinco mil
10 Cuando los apóstoles regresaron, le contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Entonces él los llevó a un lugar apartado de la ciudad llamada Betsaida. 11 Pero la gente lo supo y lo siguió, y él los recibió y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser sanados. 12 Cuando el día comenzó a declinar, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos vecinos, y busquen comida y alojamiento, porque aquí no hay nada.» 13 Jesús les dijo: «Denles ustedes de comer.» Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos a comprar alimentos para toda esta multitud.» 14 Allí había como cinco mil personas. Y Jesús dijo a sus discípulos: «Hagan que la gente se siente en grupos de cincuenta personas.» 15 Los discípulos lo hicieron así, y todos se sentaron. 16 Jesús tomó entonces los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, los bendijo, los partió, y se los dio a sus discípulos para que ellos los repartieran entre la gente. 17 Y todos comieron y quedaron satisfechos; y de lo que sobró recogieron doce cestas.
La confesión de Pedro
18 Un día, mientras Jesús se apartó para orar, les preguntó a los discípulos que estaban con él: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 19 Ellos respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros más, que eres alguno de los antiguos profetas que ha resucitado.» 20 Entonces les preguntó: «¿Y ustedes, quién dicen que soy?» Y Pedro le respondió: «Tú eres el Cristo de Dios.»
Jesús anuncia su muerte
21 Jesús les mandó que de ninguna manera se lo dijeran a nadie. 22 También les dijo: «Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que muera y resucite al tercer día.»
23 Y a todos les decía: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. 24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. 25 Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si se destruye o se pierde a sí mismo? 26 Porque si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria, y en la gloria del Padre y de los santos ángeles. 27 Pero en verdad les digo, que algunos de los que están aquí no morirán hasta que vean el reino de Dios.»
La transfiguración
28 Como ocho días después de que Jesús dijo esto, subió al monte a orar, y se llevó con él a Pedro, Juan y Jacobo. 29 Y mientras oraba, cambió la apariencia de su rostro, y su vestido se hizo blanco y resplandeciente. 30 Aparecieron entonces dos hombres, y conversaban con él. Eran Moisés y Elías, 31 que rodeados de gloria hablaban de la partida de Jesús, la cual se iba a cumplir en Jerusalén. 32 Pedro y los que estaban con él tenían mucho sueño pero, como se quedaron despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. 33 Mientras éstos se alejaban de Jesús, Pedro dijo: «Maestro, ¡qué bueno es para nosotros estar aquí! Vamos a hacer tres cobertizos; uno para ti, otro para Moisés, y otro para Elías.» Pero no sabía lo que decía. 34 Y mientras decía esto, una nube los cubrió, y tuvieron miedo de entrar en la nube. 35 Entonces, desde la nube se oyó una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!» 36 Cuando la voz cesó, Jesús se encontraba solo. Pero ellos mantuvieron esto en secreto y, durante aquellos días, no le dijeron a nadie lo que habían visto.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
37 Al día siguiente, cuando bajaron del monte, una gran multitud les salió al encuentro, 38 y con fuerte voz un hombre de la multitud le dijo: «Maestro, te ruego que veas a mi hijo. ¡Es el único hijo que tengo! 39 Sucede que un espíritu se apodera de él, y de repente lo sacude con violencia, y lo hace gritar y echar espuma por la boca. Cuando lo atormenta, a duras penas lo deja tranquilo. 40 Yo les pedí a tus discípulos que expulsaran al espíritu, pero no pudieron.» 41 Jesús dijo entonces: «¡Ay, gente incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? ¡Trae acá a tu hijo!» 42 Mientras el muchacho se acercaba, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia, pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho, y se lo entregó a su padre. 43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
Jesús anuncia otra vez su muerte
Entre el asombro que causaba todo lo que Jesús hacía, dijo él a sus discípulos: 44 «Pongan mucha atención a estas palabras: El Hijo del Hombre será entregado a los poderes de este mundo.» 45 Pero ellos no las entendieron, pues les estaban veladas para que no las entendieran, y tenían miedo de preguntarle qué querían decir.
¿Quién es el mayor?
46 En cierta ocasión, los discípulos comenzaron a discutir acerca de quién de ellos era el más importante. 47 Cuando Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, tomó a un niño y, poniéndolo junto a él, 48 les dijo: «Cualquiera que reciba a un niño así en mi nombre, me recibe a mí; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió. Porque el más insignificante entre todos ustedes, es el más grande de ustedes.»
El que no está contra nosotros, está a favor de nosotros
49 Entonces Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros.» 50 Jesús le dijo: «No se lo prohíban, porque el que no está contra nosotros, está a favor de nosotros.»
Jesús reprende a Jacobo y a Juan
51 Se acercaba el tiempo en que Jesús había de ser recibido arriba, así que resolvió con firmeza dirigirse a Jerusalén. 52 Envió mensajeros delante de él, y ellos se fueron y entraron en una aldea samaritana para prepararle todo; 53 pero los de allí no lo recibieron porque se dieron cuenta de que su intención era ir a Jerusalén. 54 Al ver esto, sus discípulos Jacobo y Juan dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos que caiga fuego del cielo, como hizo Elías, para que los destruya?» 55 Pero Jesús se volvió y los reprendió. [Y les dijo: «Ustedes no saben de qué espíritu son. 56 Porque el Hijo del Hombre no ha venido a quitarle la vida a nadie, sino a salvársela.»][a] Y se fueron a otra aldea.
Los que querían seguir a Jesús
57 Mientras seguían su camino, alguien le dijo: «Señor, yo te seguiré adondequiera que vayas.» 58 Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.» 59 Y a otro le dijo: «Sígueme.» Aquél le respondió: «Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.» 60 Pero Jesús le dijo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el reino de Dios.» 61 Otro también le dijo: «Señor, yo te seguiré; pero antes déjame despedirme de los que están en mi casa.» 62 Jesús le dijo: «Nadie que mire hacia atrás, después de poner la mano en el arado, es apto para el reino de Dios.»
1 Corintios 9
Los derechos de un apóstol
¿Qué, no soy apóstol? ¿Y acaso no soy libre? ¿Acaso no he visto a Jesús, nuestro Señor? ¿Y no son ustedes el fruto de mi trabajo en el Señor? 2 Tal vez otros no me consideren apóstol, pero para ustedes sí lo soy, porque ustedes son el sello de mi apostolado en el Señor.
3 Mi defensa contra los que me acusan es la siguiente:
4 ¿Acaso nosotros no tenemos derecho a comer y beber? 5 ¿Y acaso no tenemos derecho a traer con nosotros una esposa creyente, como lo hacen los otros apóstoles, y Cefas y los hermanos del Señor? 6 ¿O es que sólo Bernabé y yo estamos obligados a trabajar? 7 ¿Qué soldado presta servicio a expensas de sus propios recursos? ¿Quién planta una viña y no come de sus uvas? ¿O quién pastorea el rebaño y no bebe de la leche que ordeña?
8 Esto lo digo, no sólo de acuerdo con el punto de vista humano, sino también de acuerdo con la ley. 9 Porque en la ley de Moisés está escrito: «No pondrás bozal al buey que trilla». ¿Quiere decir esto que Dios se preocupa de los bueyes, 10 o más bien lo dice por todos nosotros? En realidad, esto se escribió por nosotros; porque tanto el que ara como el que trilla deben hacerlo con la esperanza de recibir su parte de la cosecha. 11 Si nosotros sembramos entre ustedes lo espiritual, ¿será mucho pedir que cosechemos de ustedes lo material? 12 Si otros participan de este derecho sobre ustedes, ¡con mayor razón nosotros!
Sin embargo, no hemos hecho uso de este derecho, sino que lo toleramos todo, a fin de no presentar ningún obstáculo al evangelio de Cristo. 13 ¿Acaso no saben ustedes que los que trabajan en el templo, comen del templo; y que los que sirven al altar, participan del altar? 14 Así también el Señor ordenó a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
15 Pero yo no me he aprovechado de nada de esto, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque prefiero morir antes que alguien me despoje de este motivo de orgullo. 16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué jactarme, porque ésa es mi misión insoslayable. ¡Ay de mí si no predico el evangelio!
17 Así que, si lo hago de buena voluntad, recibiré mi recompensa; pero si lo hago de mala voluntad, no hago más que cumplir con la misión que me ha sido encomendada. 18 ¿Cuál es, pues, mi recompensa? La de predicar el evangelio de Cristo de manera gratuita, para no abusar de mi derecho en el evangelio. 19 Porque, aunque soy libre y no dependo de nadie, me he hecho esclavo de todos para ganar al mayor número posible. 20 Entre los judíos me comporto como judío, para ganar a los judíos; y, aunque no estoy sujeto a la ley, entre los que están sujetos a la ley me comporto como si estuviera sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley. 21 Entre los que no tienen ley, me comporto como si no tuviera ley, para ganar a los que no tienen ley (aun cuando no estoy libre de la ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo). 22 Entre los débiles me comporto como débil, para ganar a los débiles; me comporto como todos ante todos, para que de todos pueda yo salvar a algunos. 23 Y esto lo hago por causa del evangelio, para ser copartícipe de él.
24 ¿Acaso no saben ustedes que, aunque todos corren en el estadio, solamente uno se lleva el premio? Corran, pues, de tal manera que lo obtengan. 25 Todos los que luchan, se abstienen de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; pero nosotros, para recibir una corona incorruptible. 26 Así que yo corro y lucho, pero no sin una meta definida; no lo hago como si estuviera golpeando el viento; 27 más bien, golpeo mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea que después de haber predicado a otros yo mismo quede eliminado.