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Marzo 7

Éxodo 17, Job 34, Lucas 23, 2 Corintios 7

AudioCCF Bogotá Norte
00:00 / 16:48

Éxodo 17

El agua de la roca

Conforme al mandamiento del Señor, toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin en jornadas cortas hasta acampar en Refidín. Pero allí el pueblo no tenía agua para beber, 2 así que todo el pueblo discutió con Moisés y le dijo:

«Danos agua. Queremos beber.»

Moisés les dijo:

«¿Por qué se pelean conmigo? ¿Por qué ponen a prueba al Señor?»

3 Pero el pueblo tenía sed, y murmuró contra Moisés, y dijo:

«¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?»

4 Entonces Moisés pidió ayuda al Señor y le dijo:

«¿Qué voy a hacer con este pueblo? ¡Un poco más, y me matarán a pedradas!»

5 Y el Señor le dijo a Moisés:

«Adelántate al pueblo. Anda, lleva contigo a algunos de los ancianos de Israel, y llévate también la vara con la que golpeaste el río. 6 Voy a esperarte en Horeb, junto a la roca que está allí, y tú golpearás la roca, y de ella brotará agua, que el pueblo podrá beber.»

Y Moisés lo hizo así, en presencia de los ancianos de Israel, 7 y a ese lugar lo llamó Masah,[a] porque los hijos de Israel pusieron a prueba al Señor, y también Meriba,[b] por la discusión que tuvo con ellos, pues dijeron: «¿Está el Señor entre nosotros, o no está?»

La guerra con Amalec
8 Amalec vino a Refidín y peleó contra Israel. 9 Entonces Moisés le dijo a Josué:

«Escoge nuestros mejores hombres, y sal a pelear contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cumbre del cerro, con la vara de Dios en mi mano.»

10 Josué hizo lo que Moisés le dijo, y combatió contra Amalec, y Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre del cerro. 11 Mientras Moisés mantenía la mano en alto, los israelitas vencían; pero cuando bajaba la mano, vencía Amalec. 12 Pero a Moisés se le cansaban las manos, así que tomaron una piedra y se la pusieron debajo, para que pudiera sentarse, mientras que Aarón y Jur le sostenían las manos, el uno del lado izquierdo y el otro del lado derecho. Así pudo mantener firmes las manos, hasta que se puso el sol, 13 y Josué derrotó a Amalec y a su pueblo a filo de espada.

14 El Señor le dijo a Moisés:

«Escribe esto en un libro, para que se recuerde, y dile a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec.»

15 Luego Moisés levantó un altar y le puso por nombre Adonay Nisi,[c] 16 porque dijo: «La mano de Amalec se levantó contra el trono del Señor. Por eso el Señor estará en guerra contra Amalec de generación en generación.»

Job 34

Segundo discurso de Eliú

Eliú añadió entonces:

2 «Ustedes, los sabios, ¡escuchen mis palabras!
Ustedes, los doctos, ¡préstenme atención!
3 Con el paladar se prueba el sabor de la comida,
y con el oído se prueba la calidad de las palabras.
4 Los invito a elegir lo que es justo,
y a que descubramos aquello que sea bueno.

5 »Job ya nos ha dicho que es un hombre bueno,
y que Dios lo ha tratado injustamente;
6 que no puede mentir en su caso,
y que sufre mucho sin haber pecado.

7 »¿Quién puede compararse a Job,
que calma su sed burlándose de todo?
8 ¡Anda en compañía de malhechores!
¡Se junta con gente malvada!
9 ¡Asegura que nada gana el hombre
con hacer la voluntad de Dios!

10 »Pero ustedes son inteligentes. ¡Escúchenme!
¡Nada más ajeno a Dios que la maldad!
¡El Todopoderoso no comete injusticias!
11 Le da a cada uno lo que merece;
le paga conforme a sus hechos.
12 Dios no hace nada malo;
el Todopoderoso no pervierte la justicia.
13 ¿Quién puso el mundo en sus manos?
¿Quién le encargó ordenar este mundo?
14 Si Dios pensara sólo en sí mismo,
y retomara su espíritu y su hálito de vida,
15 ¡todos nosotros moriríamos al instante
y la humanidad entera volvería a ser polvo!

16 »Si eres entendido, escucha esto;
presta atención a lo que te estoy diciendo.
17 ¿Acaso puede gobernar quien no ama la justicia?
¿Y acaso puedes tú condenar al que es justo?
18 ¿Quién puede acusar al rey de ser perverso,
o tachar de criminales a los hombres importantes?
19 Dios no hace acepción de personas;
trata igual a los ricos y a los pobres,
pues todos somos obra de sus manos.
20 Todos podemos morir en cualquier momento;
los pueblos se rebelan en medio de la noche,
pero pasan, lo mismo que los poderosos:
son derrocados sin que medie la violencia.
21 Dios conoce los caminos del hombre,
y vigila cada uno de sus pasos.
22 Ni las sombras más oscuras
esconden a los que practican la maldad.
23 Dios no impone al hombre fecha alguna
para que comparezca ante él en el juicio.
24 En un instante quebranta a los poderosos,
y hace que otros ocupen su lugar.
25 Puesto que él conoce las obras de todos,
en medio de la noche los derriba y extermina.
26 Los castiga, como a criminales,
en donde todo el mundo pueda verlos,
27 porque ellos se apartaron de él
y no obedecieron sus mandamientos;
28 hicieron que los pobres elevaran sus lamentos
y que los hambrientos dejaran oír su clamor.
29 Si Dios se calla, ¿quién se lo puede reprochar?
Si se oculta de los hombres, ¿quién podrá encontrarlo?
¡Ni todo un pueblo, ni todos los hombres!
30 De lo contrario, el malvado tendría poder
y el pueblo sería objeto de injusticias.

31 »¿Acaso le has dicho a Dios:
“Ya he sufrido tu castigo. No volveré a pecar”?
32 ¿O le has dicho: “No supe lo que hacía.
Si he actuado mal, no volveré a hacerlo.”?
33 ¿Acaso todo debe hacerse a tu manera?
Es Dios quien decide qué hacer, y no tú;
pero si sabes otra cosa, ¡habla ya!
34 Cualquier hombre inteligente te dirá lo mismo;
el que es sabio dirá lo mismo que yo:
35 “Job no está en su sano juicio,
porque lo que dice no tiene sentido.”
36 Yo propongo que Job sea puesto a prueba,
porque habla como todos los malvados.
37 Además de malvado, Job es rebelde;
con aplausos se burla de nosotros,
y son muchas sus ofensas contra Dios.»

Lucas 23

Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1-2,11-14; Mr. 15.1-5; Jn. 18.28-38)

Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. 2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A este hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey. 3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices. 4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre. 5 Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Jesús ante Herodes

6 Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo. 7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén. 8 Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal. 9 Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió. 10 Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia. 11 Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato. 12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.

Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27.15-26; Mr. 15.6-15; Jn. 18.38—19.16)

13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo, 14 les dijo: Me habéis presentado a este como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. 15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre. 16 Le soltaré, pues, después de castigarle. 17 Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.

18 Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con este, y suéltanos a Barrabás! 19 Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio. 20 Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; 21 pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! 22 Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho este? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. 23 Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. 24 Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; 25 y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27.32-56; Mr. 15.21-41; Jn. 19.17-30)

26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. 27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. 28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. 29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. 30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. 31 Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. 33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. 35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios. 36 Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, 37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38 Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas:

ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. 46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. 47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. 48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. 49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.

Jesús es sepultado
(Mt. 27.57-61; Mr. 15.42-47; Jn. 19.38-42)

50 Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. 51 Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, 52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie. 54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.[a] 55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. 56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo,[b] conforme al mandamiento.

2 Corintios 7

Amados míos, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, y perfeccionémonos en la santidad y en el temor de Dios.

Regocijo de Pablo ante el arrepentimiento de los corintios

2 Ábrannos su corazón, pues a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado. 3 No digo esto para condenarlos, pues ya antes les he dicho que están en nuestro corazón. ¡Juntos en la muerte, y juntos en la vida! 4 Soy demasiado franco con ustedes, pero mi orgullo por ustedes también es demasiado. En medio de todas nuestras tribulaciones, me siento muy estimulado y estoy rebosando de alegría.

5 Cuando llegamos de Macedonia, no tuvimos ningún descanso, sino que enfrentamos tribulaciones de todas partes: desde afuera, conflictos; desde adentro, temores. 6 Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la llegada de Tito; 7 y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que él había recibido de parte de ustedes, pues nos habló del gran afecto que recibió por parte de ustedes, así como de su profunda tristeza y de su preocupación por mí, lo cual me hizo alegrarme aún más. 8 Ciertamente, mi carta fue para ustedes motivo de tristeza, y entonces lamenté haberla escrito porque vi que por algún tiempo ella los entristeció; pero ahora no lo lamento 9 sino que me alegro. Y no porque ustedes se hayan entristecido, sino porque esa tristeza los llevó al arrepentimiento. Ustedes fueron entristecidos conforme a la voluntad de Dios, de modo que en nada fueron perjudicados por parte de nosotros. 10 La tristeza que proviene de Dios produce arrepentimiento para salvación, y de ésta no hay que arrepentirse, pero la tristeza que proviene del mundo produce muerte. 11 ¡Fíjense! Esta tristeza que provino de Dios, ¡produjo en ustedes preocupación, el deseo de disculparse, indignación, temor, vehemencia, celo, y deseos de hacer justicia! Es evidente que en este asunto ustedes no tuvieron la culpa. 12 Y aunque yo les escribí, no lo hice por el que cometió el agravio, ni por el que lo padeció, sino para que se hiciera evidente la preocupación que tenemos por ustedes delante de Dios.

13 Por eso el consuelo de ustedes ha sido nuestro propio consuelo. Pero más nos alegró el ver a Tito tan feliz porque su espíritu fue confortado por todos ustedes. 14 Yo me había jactado de ustedes con él, y no he quedado mal. Y así como en todo les hemos hablado con la verdad, también resultaron ciertos los elogios que hice ante Tito acerca de ustedes. 15 Y el cariño que él les tiene es aun mayor cuando se acuerda de la obediencia de todos ustedes, y del temor y temblor con que ustedes lo recibieron. 16 Me alegra poder confiar plenamente en ustedes.

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