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Marzo 9

Éxodo 19, Job 36, Juan 1, 2 Corintios 9

AudioCCF Bogotá Norte
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Éxodo 19

Israel en el monte Sinaí

Los hijos de Israel llegaron al desierto de Sinaí al cumplirse tres meses de haber salido de la tierra de Egipto. 2 Después de salir de Refidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon en el desierto. Acamparon allí, delante del monte. 3 El Señor llamó a Moisés desde el monte, y Moisés subió para hablar con Dios. Y Dios le dijo:

«Habla con la casa de Jacob. Diles lo siguiente a los hijos de Israel: 4 “Ustedes han visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo los he tomado a ustedes y los he traído hasta mí sobre alas de águila. 5 Si ahora ustedes prestan oído a mi voz, y cumplen mi pacto, serán mi tesoro especial por encima de todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. 6 Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y un pueblo santo. Estas mismas palabras les dirás a los hijos de Israel.”»

7 Moisés volvió y llamó a los ancianos del pueblo, y en su presencia expuso todas las palabras que el Señor le había mandado decir. 8 Todo el pueblo respondió al unísono:

«Haremos todo lo que el Señor ha dicho.»

Y cuando Moisés refirió al Señor las palabras del pueblo, 9 el Señor le dijo:

«Voy a venir en medio de una nube espesa, y desde allí hablaré para que el pueblo me oiga mientras hablo contigo, y también para que te crean siempre.»

Moisés refirió al Señor las palabras del pueblo, 10 y el Señor le dijo a Moisés:

«Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana, y haz que laven sus vestidos 11 y se preparen para el tercer día, porque al tercer día yo, el Señor, descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo. 12 Tú debes poner un límite alrededor del pueblo y decirles que se abstengan de subir al monte. Ni siquiera deben tocar sus límites, porque cualquiera que toque el monte, morirá. 13 Quien llegue a tocarlo, hombre o animal, será apedreado o traspasado por una flecha. No vivirá. Sólo podrán subir al monte cuando la trompeta dé un toque largo.»

14 Moisés bajó del monte al pueblo, y lo santificó, y ellos lavaron sus vestidos. 15 Y Moisés le dijo al pueblo:

«Prepárense para el tercer día. No tengan ningún contacto con una mujer.»

16 Al tercer día por la mañana, hubo truenos y relámpagos, y una espesa nube se posó sobre el monte, y hubo un fuerte sonido de bocina, y todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció. 17 Entonces Moisés sacó al pueblo del campamento para recibir a Dios, y se detuvieron al pie del monte. 18 Todo el monte Sinaí humeaba porque el Señor había descendido sobre él en fuego y el humo subía como de un horno, y todo el monte se estremecía en extremo. 19 El sonido de la bocina iba en aumento, y Moisés hablaba y Dios le respondía con voz de trueno. 20 Entonces descendió el Señor sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte, y llamó el Señor a Moisés para que subiera a la cumbre, y Moisés subió. 21 Y el Señor le dijo a Moisés:

«Baja y dile al pueblo que no traspase los límites para verme, porque muchos de ellos morirán. 22 A los sacerdotes que se acercan a mí diles también que se santifiquen para que yo, el Señor, no haga en ellos ningún estrago.»

23 Moisés le dijo al Señor:

«El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado poner límites al monte, y santificarlo.»

24 Y el Señor le dijo:

«Anda, baja, y sube luego con Aarón; pero ni los sacerdotes ni el pueblo deben traspasar el límite ni subir a donde estoy, para que no haga yo entre ellos ningún estrago.»

25 Y Moisés bajó del monte y le dijo esto al pueblo.

Job 36

Cuarto discurso de Eliú

Todavía añadió Eliú:

2 «Tenme un poco de paciencia, y te mostraré
que de Dios aún tengo mucho que decir.
3 Lo que de él sé tiene una larga historia,
y voy a demostrarte que mi Creador es justo.
4 En mis palabras no hay nada de mentira;
¡tienes ante ti a la sabiduría perfecta!

5 »Aunque Dios es grande y poderoso,
no desprecia a los de corazón sincero;
6 no da larga vida a los malvados,
y sí hace justicia a los oprimidos;
7 está al pendiente de los hombres justos,
para exaltarlos siempre junto con los reyes.
8 Aunque estén encadenados y en la cárcel,
sujetos a las ataduras de la aflicción,
9 Dios da a conocer sus malas obras
y la insolencia de sus rebeliones.
10 Les abre los oídos para que se corrijan,
y los exhorta a apartarse del mal.
11 Si obedecen a Dios y le sirven,
Dios les concede días de paz y bienestar;
12 pero si no obedecen, la espada les espera
y mueren sin llegar a tener entendimiento.

13 »Los hipócritas son rencorosos con Dios,
y no piden clemencia aunque sufran su castigo.
14 Pierden la vida en plena juventud,
como la pierden los que se han prostituido.
15 Pero Dios libra al pobre de su pobreza,
y en la aflicción lo enseña a ser obediente;
16 lo libra de vivir siempre angustiado
y lo lleva a lugares espaciosos,
donde le prepara un suculento banquete.

17 »Pero tú no llevaste a juicio al malvado,
ni defendiste al huérfano en los tribunales.
18 Cuídate de no dejarte llevar por las riquezas,
ni te dejes seducir por el soborno.
19 Ante Dios, de nada te sirven todas tus riquezas,
ni todo tu poder y tu fuerza.
20 No esperes que llegue la noche,
momento en que los pueblos desaparecen.
21 Cuídate de no caer en la maldad,
pues por preferirla ahora sufres.
22 Mira que el poder de Dios es sublime;
no hay maestro que se le pueda comparar.
23 ¿Quién le puede señalar el camino a seguir?
¿Quién puede reprenderlo por lo que hace?

24 »No te olvides de exaltar su creación,
la cual admira la humanidad entera.
25 Todo el mundo puede contemplarla,
no importa cuán lejos se encuentre.
26 Dios es grande, pero no lo conocemos;
nadie sabe cuántos años ha existido.
27 Dios reúne las gotas de agua,
y hace que el vapor se convierta en lluvia;
28 esa lluvia la contienen las nubes,
que cae en abundancia sobre la humanidad.

29 »¿Quién conoce la extensión de las nubes,
o entiende el estruendo de los rayos en su seno?
30 Dios derrama su luz sobre la tierra,
y cubre con ella las profundidades del mar.
31 Con la lluvia da vida a los pueblos
y la tierra produce el sustento de muchos.
32 Las densas nubes esconden la luz,
y la tierra se cubren de sombras.
33 El trueno denuncia la ira de Dios;
la tempestad proclama su rechazo a la maldad.

Juan 1

La Palabra hecha carne

En el principio ya existía la Palabra.
La Palabra estaba con Dios,
y Dios mismo era la Palabra.[a]
2 La Palabra estaba en el principio con Dios.
3 Por ella fueron hechas todas las cosas.
Sin ella nada fue hecho
de lo que ha sido hecho.
4 En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de la humanidad.
5 La luz resplandece en las tinieblas,
y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. 7 Éste vino por testimonio, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él. 8 Él no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz.

9 La Palabra, la luz verdadera,
la que alumbra a todo hombre,
venía a este mundo.
10 En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por ella,
pero el mundo no la conoció.
11 La Palabra vino a lo suyo,
pero los suyos no la recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su nombre,
les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios;
13 los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne,
ni de voluntad de varón,
sino de Dios.

14 Y la Palabra se hizo carne,
y habitó entre nosotros, y vimos su gloria
(la gloria que corresponde al unigénito del Padre),
llena de gracia y de verdad.

15 Juan dio testimonio de ella, y clamó diciendo: «De ella es de quien yo decía: “Viene después de mí, pero es anterior a mí; porque ya existía antes que yo.”»

16 Ciertamente de su plenitud tomamos todos,
y gracia sobre gracia.
17 La ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad vinieron
por medio de Jesucristo.
18 A Dios nadie lo vio jamás;
quien lo ha dado a conocer es el Hijo unigénito,
que está en el seno del Padre.

Testimonio de Juan el Bautista
19 Éste es el testimonio de Juan. Cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran: «Tú, ¿quién eres?», 20 Juan confesó, y no negó, sino que confesó: «Yo no soy el Cristo.» 21 Y le preguntaron: «Entonces, ¿qué? ¿Eres Elías?» Dijo: «No lo soy.» «¿Entonces eres el profeta?» Y él respondió: «No.» 22 Le dijeron: «¿Quién eres, entonces? Para que demos respuesta a los que nos enviaron, ¿qué dices de ti mismo?» 23 Juan dijo: «Yo soy la voz que clama en el desierto: “Enderecen el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.»

24 Los que habían sido enviados eran de los fariseos, 25 y le preguntaron: «Entonces, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta, ¿por qué bautizas?» 26 Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes está uno, a quien ustedes no conocen. 27 Éste viene después de mí, del cual no soy digno de desatar la correa de su calzado.» 28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El Cordero de Dios
29 El siguiente día Juan vio que Jesús venía hacia él, y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30 Él es de quien yo dije: “Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.” 31 Yo no lo conocía; pero vine bautizando con agua para esto: para que él fuera manifestado a Israel.» 32 Juan también dio testimonio y dijo: «Vi al Espíritu descender del cielo como paloma, y permanecer sobre él. 33 Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas que el Espíritu desciende, y que permanece sobre él, es el que bautiza con el Espíritu Santo.” 34 Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Los primeros discípulos
35 Al día siguiente, Juan estaba de nuevo allí con dos de sus discípulos. 36 Al ver a Jesús, que andaba por allí, dijo: «Éste es el Cordero de Dios.» 37 Los dos discípulos lo oyeron hablar, y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les dijo: «¿Qué buscan?» Ellos le dijeron: «Rabí (que traducido significa “Maestro”), ¿dónde vives?» 39 Les dijo: «Vengan y vean.» Ellos fueron, y vieron donde vivía, y se quedaron con él aquel día, porque ya eran como las cuatro de la tarde. 40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Éste halló primero a Simón, su hermano, y le dijo: «Hemos hallado al Mesías (que traducido significa “el Cristo”).» 42 Entonces lo llevó a Jesús, quien al verlo dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas[b] (que quiere decir, Pedro[c]).»

Jesús llama a Felipe y a Natanael
43 Al día siguiente, Jesús quiso ir a Galilea, y halló a Felipe y le dijo: «Sígueme.» 44 Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Y Felipe halló a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.» 46 Natanael le dijo: «¿Y de Nazaret puede salir algo bueno?» Y le dijo Felipe: «Ven a ver.» 47 Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, dijo de él: «Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien no hay engaño.» 48 Natanael le dijo: «¿Y de dónde me conoces?» Jesús le respondió: «Te vi antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera.» 49 Natanael le dijo: «Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios!; ¡tú eres el Rey de Israel!» 50 Jesús le respondió: «¿Crees sólo porque te dije que te vi debajo de la higuera? ¡Pues cosas mayores que éstas verás!» 51 También le dijo: «De cierto, de cierto les digo, que de aquí en adelante verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.»

2 Corintios 9

En cuanto a la ayuda para los santos, no es necesario que yo les escriba; 2 pues conozco la buena predisposición de ustedes, de la cual he hablado con orgullo entre los de Macedonia, pues les he dicho que los de Acaya estaban preparados desde el año pasado, y el entusiasmo de ustedes ha estimulado a la mayoría. 3 Pero he enviado a los hermanos, para que nuestro orgullo por ustedes no sea en vano, y para que ustedes estén preparados, como ya lo había dicho; 4 no sea que, si algunos macedonios vienen conmigo y los encuentran desprevenidos, tengamos que avergonzarnos de la confianza que depositamos en ustedes, y ustedes mismos queden avergonzados. 5 Por tanto, me pareció necesario rogar a los hermanos que vayan primero a visitarlos y preparen de antemano lo que ustedes ya habían prometido, para que lo tengan listo como un donativo generoso y no como una exigencia nuestra.

6 Pero recuerden esto: El que poco siembra, poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha. 7 Cada uno debe dar según se lo haya propuesto en su corazón, y no debe dar con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama a quien da con alegría. 8 Y Dios es poderoso como para que abunde en ustedes toda gracia, para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario, y abunde en ustedes toda buena obra; 9 como está escrito:

«Repartió, dio a los pobres,
y su justicia permanece para siempre.»

10 Y aquel que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá los recursos de ustedes y los multiplicará, aumentándoles así sus frutos de justicia, 11 para que sean ustedes enriquecidos en todo, para toda generosidad, que por medio de nosotros produce acción de gracias a Dios. 12 Porque la contribución de este servicio suple no solamente lo que les falta a los santos, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; 13 pues al experimentar este servicio glorifican a Dios por la obediencia de ustedes al evangelio de Cristo, y por su generosa contribución para ellos y para todos. 14 Además, ellos orarán por ustedes, pues los aman por la superabundante gracia de Dios en ustedes. 15 ¡Demos gracias a Dios por su don inefable!

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