La Biblia en un año
Marzo10
Éxodo 20, Job 37, Juan 2, 2 Corintios 10
Éxodo 20
Los Diez Mandamientos
Dios habló y dijo todas estas palabras:
2 «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de la tierra de Egipto, donde vivías como esclavo.
3 »No tendrás dioses ajenos delante de mí.
4 »No te harás imagen, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
5 »No te inclinarás ante ellas, ni las honrarás, porque yo soy el Señor tu Dios, fuerte y celoso. Yo visito en los hijos la maldad de los padres que me aborrecen, hasta la tercera y cuarta generación, 6 pero trato con misericordia infinita a los que me aman y cumplen mis mandamientos.
7 »No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque yo, el Señor, no consideraré inocente al que tome en vano mi nombre.
8 »Te acordarás del día de reposo, y lo santificarás. 9 Durante seis días trabajarás y harás toda tu obra, 10 pero el día séptimo es de reposo en honor del Señor tu Dios. No harás en él ningún trabajo. Ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que viva dentro de tus ciudades. 11 Porque yo, el Señor, hice en seis días los cielos, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero reposé en el día séptimo. Por eso yo, el Señor, bendije el día de reposo y lo santifiqué.
12 »Honrarás a tu padre y a tu madre, para que tu vida se alargue en la tierra que yo, el Señor tu Dios, te doy.
13 »No matarás.
14 »No cometerás adulterio.
15 »No robarás.
16 »No presentarás falso testimonio contra tu prójimo.
17 »No codiciarás la casa de tu prójimo, ni a su mujer, ni a su siervo ni a su esclava, ni su buey ni su asno, ni nada que le pertenezca a tu prójimo.»
El terror del pueblo
18 Todo el pueblo observaba los relámpagos y el monte que humeaba, y escuchaba el sonido de la bocina. Al ver esto, todos temblaban de miedo y se mantuvieron a distancia, 19 pero le dijeron a Moisés:
«Si tú hablas con nosotros, te escucharemos; pero que no hable Dios con nosotros, porque tal vez moriremos.»
20 Moisés les respondió:
«No tengan miedo. Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que siempre tengan temor de él y no pequen.»
21 El pueblo se mantuvo a distancia, mientras que Moisés se acercó a la oscuridad en donde estaba Dios. 22 Y el Señor le dijo a Moisés:
«Diles esto a los hijos de Israel:
“Ustedes han visto que yo les he hablado desde el cielo. 23 No harán de mí dioses de plata ni de oro. 24 Me harán un altar de tierra, y en él sacrificarán sus holocaustos y sus ofrendas de paz, sus ovejas y sus vacas. Yo vendré y los bendeciré en todo lugar donde yo haga que mi nombre sea recordado.
25 ”Si me hacen un altar de piedra, que no sea de piedras labradas de cantería, porque al labrar las piedras con herramientas las profanarás.”
26 »No subirás a mi altar por gradas, para que al subir no se descubra tu desnudez.
Job 37
»Al pensar en esto, mi corazón se acelera
y parece querer salirse de mi pecho.
2 Presten atención al estruendo de su voz,
y al potente sonido que sale de su boca.
3 Oigan cómo retumba a través del cielo,
y cómo su luz alumbra los confines de la tierra.
4 Tras su luz se oye un bramido
que estalla con majestuoso furor;
al escucharlo, nadie puede sostenerse.
5 Dios deja oír su voz atronadora
y hace grandes cosas que no logramos entender.
6 A la nieve le ordena caer sobre la tierra,
y también a las lloviznas y a las lluvias torrenciales.
7 La gente corre entonces a esconderse,
y así todo el mundo reconoce sus obras.
8 Las bestias del campo corren a sus cuevas,
y allí en su refugio esperan con paciencia.
9 »Desde el sur, viene el candente torbellino;
desde el norte llega el viento frío.
10 Dios sopla y forma bloques de hielo,
y hace que las grandes aguas se congelen.
11 Carga de humedad las densas nubes,
y desde ellas manda sus rayos luminosos.
12 Revuelve las nubes de un lugar a otro,
y las lleva por toda la faz de la tierra,
para que cumplan con todos sus designios.
13 Dios las usa para castigar al hombre,
pero también para mostrar su amor por la tierra.
14 »Tenme paciencia, Job, y escúchame;
mira con atención las maravillas de Dios.
15 ¿Sabes cómo Dios ordena las nubes,
y hace que el relámpago brille entre ellas?
16 ¿Sabes por qué las nubes son diferentes,
que son una maravilla de sabiduría perfecta?
17 ¿O por qué tu ropa te acalora
cuando Dios detiene el cálido viento del sur?
18 ¿Acaso lo ayudaste a extender los cielos,
y los afirmaste como reluciente espejo?
19 Enséñanos qué debemos decirle;
nuestra oscura mente no nos permite ordenar las ideas.
20 ¿Debo anunciarme cuando quiera hablar con él?
¿Quién se atreve a hablar para ser destruido?
21 »No se puede ver de frente la luz del sol,
cuando el cielo está limpio y sin nubes.
22 Desde el norte vienen rayos dorados
que anuncian la imponente majestad de Dios.
23 No podemos comprender al Todopoderoso;
grande es su poder, y grande es su justicia.
24 Por eso los seres humanos le temen,
aunque él no teme a los que se consideran sabios.»
Juan 2
Las bodas de Caná
Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea; y allí estaba la madre de Jesús. 2 También Jesús y sus discípulos fueron invitados a la boda. 3 Cuando se terminó el vino, la madre de Jesús le dijo: «Ya no tienen vino.» 4 Jesús le dijo: «¿Qué tienes conmigo, mujer? Mi hora aún no ha llegado.» 5 Su madre dijo a los que servían: «Hagan todo lo que él les diga.» 6 En ese lugar había seis tinajas de piedra para agua, como las que usan los judíos para el rito de la purificación, cada una con capacidad de más de cincuenta litros. 7 Jesús les dijo: «Llenen de agua estas tinajas.» Y las llenaron hasta arriba. 8 Entonces les dijo: «Ahora saquen lo que está allí, y llévenselo al catador.» Y se lo llevaron. 9 El catador probó el agua hecha vino, sin que él supiera de dónde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó al esposo, 10 y le dijo: «Todo el mundo sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces sirve el menos bueno; ¡pero tú has reservado el buen vino hasta ahora!» 11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
12 Después de esto él, su madre, sus hermanos y sus discípulos descendieron a Cafarnaún, pero no estuvieron allí por muchos días.
Jesús purifica el templo
13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y Jesús subió a Jerusalén, 14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. 15 Entonces hizo un azote de cuerdas y expulsó del templo a todos, y a las ovejas y bueyes; esparció las monedas de los cambistas y volcó las mesas, 16 y dijo a los que vendían palomas: «Saquen esto de aquí, y no conviertan la casa de mi Padre en un mercado.» 17 Entonces sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El celo de tu casa me consume.» 18 Y los judíos preguntaron: «Ya que haces esto, ¿qué señal nos das?» 19 Jesús les respondió: «Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré.» 20 Entonces los judíos le dijeron: «Este templo fue edificado en cuarenta y seis años, ¿y tú en tres días lo levantarás?» 21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había dicho.
Jesús conoce a todos los hombres
23 Mientras Jesús estaba en Jerusalén durante la fiesta de la pascua, muchos, al ver las señales que hacía, creyeron en su nombre. 24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos 25 y no tenía necesidad de que nadie le dijera nada acerca del hombre, pues él sabía lo que en el hombre había.
2 Corintios 10
Pablo defiende su ministerio
Yo, Pablo, que cuando estoy entre ustedes soy ciertamente humilde, pero atrevido cuando estoy lejos de ustedes, les ruego esto por la bondad y dulzura de Cristo: 2 les ruego que, cuando esté entre ustedes, no tenga yo que actuar con la osadía que estoy resuelto a utilizar contra los que creen que actuamos según los criterios humanos. 3 Es verdad que aún somos seres humanos, pero no luchamos como los seres humanos. 4 Las armas con las que luchamos no son las de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas 5 y de desbaratar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. 6 Estamos listos para castigar toda desobediencia, una vez que la obediencia de ustedes llegue a la perfección.
7 Ustedes se fijan sólo en la apariencia de las cosas. Pero si alguno está convencido de que es de Cristo, piense bien en esto que le digo: que así como él es de Cristo, también nosotros somos de Cristo. 8 No me avergüenza el jactarme una vez más de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para la edificación de ustedes, y no para su destrucción. 9 No quiero dar la impresión de querer asustarlos por carta. 10 Hay quienes dicen que mis cartas son duras y fuertes, pero que mi presencia física es débil y que mis palabras no valen nada. 11 Quienes eso dicen deben tener en cuenta que, así como somos con palabras y por carta, cuando estamos lejos, así también lo seremos en los hechos, cuando estemos entre ustedes. 12 Nosotros no nos atrevemos a igualarnos ni a compararnos con quienes se alaban a sí mismos; cuando ellos se miden con sus propias medidas y se comparan unos con otros, no demuestran buen juicio. 13 Nosotros no vamos a jactarnos de manera exagerada, sino que nos ceñiremos a los límites establecidos por Dios, que llegan también hasta ustedes. 14 Si antes no hubiéramos llegado hasta ustedes, podría decirse que nos hemos extralimitado; pero fuimos los primeros en llegar hasta ustedes con el evangelio de Cristo. 15 No nos jactamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que, a medida que crezca la fe de ustedes, esperamos ser engrandecidos entre ustedes, siempre dentro de nuestros límites. 16 También anunciaremos el evangelio en lugares más allá de donde están ustedes, pero sin incursionar en la obra de otro, para no jactarnos en los trabajos ajenos. 17 Pero si alguno quiere jactarse, que lo haga en el Señor; 18 porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba.